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VIDA CISTERCIENSE

JORNADA MONÁSTICA

De acuerdo con el espíritu y la tradición monástica benedictina y cisterciense, nuestra jornada centrada por el ritmo de la oración litúrgica, el trabajo, y el encuentro con Dios en su Palabra en la Lectio Divina, se desarrolla en la alternancia de estas tres actividades esenciales, siempre dentro de un clima de vida fraterno y cenobítico, de acuerdo con el ideal de Cister, a través del siguiente horario. Toda la jornada está organizada buscando favorecer la entrega de toda la persona del monje de forma unitaria y simple a la realización de la voluntad de Dios, como la forma más auténtica de vivir una permanente alianza personal de amor con Él, en el lugar que Él ha preparado para nuestra alegría y salvación.

EL HORARIO MONÁSTICO

 

El “horario”, o distribución de la jornada monástico, es educativo y funcional, ordenado todo él a facilitar a los monjes y monjas una vida “práctica” encaminada a la oración continua, a la contemplación y al ejercicio continuo de la caridad con los que moran en la casa  y los huéspedes.

 

Los monjes y las monjas de Císter, en sus actividades, en su tenor de vida y en el ambiente de sus monasterios, procuran seguir la  Regla de san Benito, que al igual que ordena su jornada, modela sus vidas y su espíritu hacia una vida frugal y pobre, de soledad y comunión, haciéndola también partícipe de las realidades humanas más humildes y dolorosas.

 

Aunque los monasterios cistercienses cultiven una vida de silencio y soledad, saben y quieren también compartir esta vida con todos aquellos que acudan al monasterio deseosos de buscar a Dios y encontrar el sentido trascendente de la vida humana. Por eso, por medio de las hospedería y de la acogida, hacen partícipes a otros hombres y mujeres de sincero corazón de los dones que ellos han recibido gratuitamente al ser  llamados a la vida cisterciense.

 

Y así, hasta el día de la venida del Señor Jesús, los monjes y las monjas perseveran en la paciencia y la humildad, gimiendo con toda la  creación, para que en todos y en todo se manifieste la gloria del Señor.

COMIENZA LA JORNADA

 

Comienza la jornada cuando aún es de noche (en todos los  monasterios españoles entre las 4 y las 5 de la mañana). Con esto se significa la actitud de vigilancia y espera, y la intención de dedicar el tiempo tranquilo y exento de actividad laboral a la oración y a la contemplación de la Palabra de Dios. Por eso el día comienza con el oficio litúrgico de “Vigilias”, al que sigue un gran intervalo de oración y lectura meditativa de la Escritura u otros textos espirituales.

 

Pasado este gran intervalo contemplativo, silencioso y calmo, toda la comunidad se reúne de nuevo (entre las 7 y las 8 de la mañana) para el  oficio de “Láudes” y la celebración de la Eucaristía, momento fuerte de  fraternidad y comunión, momento solemne, de alabanza y de apertura a la gran tarea creadora de Dios y del Verbo hecho Hombre.

TIEMPO DE «ORA ET LABORA»

 

Sobre las 8 o 9 de la mañana comienza el tiempo de trabajo, intelectual y manual (como dice la Regla de san Benito, que es la que organiza la vida monasterial y comunitaria de los monjes y las monjas).

 

Unos  monjes se aplican a la tarea formativa, mediante el estudio y la lectura,  bien para sí o para otros. Hay quienes se entregan al trabajo que requiere la administración de la casa y sus recursos económicos. Otros al trabajo manual de la lavandería y al mantenimiento de jardines, espacios naturales, etc… Las pequeñas actividades “no productivas”, pero necesarias, ocupan a los monjes y monjas sin que éstos pierdan el espíritu de silencio y contemplación. 

 

La hora de tercia al inicio de la mañana recuerda al alma la cooperación del cuerpo en la tarea creadora de Dios. Antes de la comida, siempre en común y signo de  fraternidad, el oficio de sexta reúne de nuevo a la comunidad. Tras la  comida, y sus concomitancias domésticas, humildes y sencillas, se ofrece a todos un descanso reparador.

CONCLUYE LA JORNADA

 

La hora de nona abre la tarde del monje con un empuje nuevo frente al trabajo, o la continuación del estudio y la lectura formativas, hasta que llegue la hora de Vísperas (entre las 6 y las 7 de la tarde), en que de nuevo toda la comunidad se reúne para la gran oración de la tarde, en alabanza junto con todos los hombres de buena voluntad que luchan y trabajan por la paz, la justicia y el perdón en el mundo. Esta hora concluye con la solemne recitación de la oración que Jesús enseñó a sus discípulos.

 

Sigue un breve intervalo de silencio y oración antes de que la comunidad tome su cena, frugal y sencilla, para continuar con un tiempo nuevo de lectura meditada, de escucha mutua en la sala capitular (la sala de reuniones), en la que unas veces el Abad y otras alguno de los hermanos o hermanas, instruyen a los demás. Es también la ocasión, en días señalados, de reuniones fraternas, en que los asuntos de la casa y de la vida ordinaria salen a relucir, buscando siempre “que todo se haga con paz en la casa de Dios”, como también dice la Regla.

 

La jornada toca a su fin con el oficio de Completas, hacia la 9 de
tarde, en que se pide para todos, y para el mundo, la paz y el perdón de Dios, la reconciliación y el deseo de comenzar al día siguiente una vida nueva. Esta hora acaba siempre en los monasterios cistercienses con el  canto de la Salve Regina, invocación tradicional -desde los orígenes de Císter- a la Madre de Dios, asunta a los cielos, Patrona de la Orden, y a la cual están dedicados todos los monasterios cistercienses.

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Publicado en Monasterio
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